#ElPerúQueQueremos

Hay un rumano durmiendo en mi puerta

Publicado: 2016-04-01

Hasta hace unos meses, Rumania era sinónimo de dos personajes ligados a mi infancia. Era hablar de Nadia Comaneci, la genial y acaso mejor gimnasta de todos los tiempos que aparecía en el enorme televisor a dos puertas en casa de mi abuela. Además, Rumania era volar hacia 1994, hacia el Mundial de Estados Unidos y observar junto a mi papá al gran Gheorghe Hagi y a Florin Răducioiu anotar los mejores goles. Rumania en resumen eran estos tres personajes felices de mi infancia.

Esto era rumania: Hagi celebrando la victoria 3-2 frente a argentina en los últimos 16  minutos de juego.

Porque cuando se es niño todo es simple. La bondad, la maldad, la pobreza y la riqueza se reducen a conceptos sencillos. No dar permiso para salir a jugar es la definición perfecta de la maldad. Pasa lo mismo incluso en el tema de la discriminación. Cuando Alejandro Toledo se presentó como candidato a las elecciones del año 2000, el universo de discriminación para mí, terminó de completarse: no se quería a los negros, pero sobre todo no se quería a los serranos

La vida me enseñaría pronto cuánto se pueden 'sofisticar' las discriminaciones, cuántas ramas, variantes, causales pueden existir para señalar y excluir al otro.

Hace unos meses me mudé a París junto a mi novio y a Laika, mi pequeña fox terrier. Mi rutina diaria consiste en sacarla a pasear por las mañanas, dejarla correr junto a otros perros y conversar mientras tanto con sus dueños. Una de esas mañanas, madame Aude - una buena mujer que llegó de Sri Lanka hace 40 años, escapando de la guerra civil, junto a su marido y a sus dos hijos y que ya tiene la nacionalidad francesa - me hizo una advertencia. 

- Tienes que tener cuidado con la dueña de Idile. Esa mujer es mala. Me dijo que tenía un abrigo que ya no usaba y que no sabía dónde botarlo porque no quiere vérselo puesto a uno de esos rumanos sale race (raza sucia).-

Se me hacía imposible creer lo que me contaba Mme. Aude. Imposible sobre todo porque, caray, cómo haría la dueña de Idile para saber si se trataba de un rumano o checo o eslovaco o ruso. Además, cuál era el problema con los rumanos, qué de malo habían hecho para ser identificados como sale race. Demás está decir que cuando escuché "rumanos" pensé en el Mundial del 94 y en la gran gimnasta. 

esta es otra de las imágenes que venían a mi mente cuando escuchaba de rumania: la gran nadia comaneci

Si algo abunda en París, aparte de la lluvia, los carteristas y los museos, son los extranjeros. Quien nos dio la bienvenida al grupo canino fue una señora serbia que llegó hace quince años a Francia. El conserje del edificio en el que vivimos es de Guinea. Una de mis amigas más cercanas es eslovaca y su novio es de Argelia.

Sin ir muy lejos, a la vuelta de mi casa, donde ya no es París sino Montreuil, siempre se pueden ver unas vans blancas estacionadas en fila. Todos los días, a cualquier hora, uno puede toparse con mujeres, hombres y niños mal vestidos comiendo en tapers o bebiendo cerveza, siempre a la espera de algo.  En cada rincón de París hay un extranjero y justamente por eso hacer la distinción sobre un grupo tan específico como los rumanos se me hacía difícil de entender.

en este tipo de vans se movilizan los gitanos rumanos. foto de una protesta en burdeos. reuters

 

Un amigo peruano casado y divorciado de una francesa, me ayudó con este misterio. Íbamos hacia el supermercado de Montreuil - tiene mejores precios por estar fuera de París - y como quien le hace un tour le dije, miraen esta zona siempre están los migrantes. En esas camionetas cocinan, duermen, viven. Siempre están ahí, si no se instalan en los garajes de los edificios o donde haya un poco de sombra.

Ah sí, pero ellos no son migrantes, son rumanos, gitanos rumanos.

QUOI?, ¿gitanos rumanos?, ¿no eran sirios esos señores en sus vans? Qué cosa era eso de gitanos rumanos y cómo sabía él si eran rumanos y no de otro país. 

Mi amigo siguió con la explicación:

A los gitanos nadie los quiere, pero con los rumanos es peor. Son considerados como lo peor de lo peor. 

Resultaba que los señores de las vans a los que yo había categorizado como 'migrantes' y que creía que estaban a la espera o de pasar al Reino Unido o de que el gobierno francés les diera una casa refugio, no eran ni lo uno ni esperaban lo otro. Eran gitanos, cuyo modo de vida desde hace siglos consistía en vivir en todos los lugares, en aprender todas las lenguas, en ganarse el pan todos los días, siempre en un lugar distinto.

todos los trabajos son buenos para un  gitano rumanos. foto: reuters

Lastimosamente, la historia de Hagi y Răducioiu, mis héroes del Estados Unidos 94, no ha sido la historia de los gitanos de Rumania quienes hasta 1864 fueron esclavizados por su propio país; arrinconados y obligados, luego, a vivir en guetos de hormigón por la dictadura comunista, se convirtieron en el sinónimo de la delincuencia de Bucarest. Ferentari, su barrio, solo se visitaba para conseguir drogas. Escaparon de allí tan pronto como pudieron y cuando en el año 2007 Rumania fue incluida como miembro de la Unión Europea se dirigieron hacia el país que más ayuda sociales brindaba, Francia.

ferentari, el barrio de gitanos en rumania. foto: rumania experience

Pero allí tampoco los quisieron. En 2010, Nicolas Sarkozy logró expulsar a cerca de 10 mil gitanos rumanos y búlgaros. A cada adulto se le dio 300 euros y otros 100 euros por cada niño que llevase consigo. Tomaron el dinero y se fueron, pero pronto volvieron y ahora son 20 mil los gitanos rumanos que viven en París, Lille y Marsella, siempre en sus vans, siempre acampando, siempre ganándose el pan día a día. 

mujer rumana espera a ser deportada en el 2010. foto: elmundo.es

Hace poco, mientras iba a hacer las compras de la semana me di cuenta que Decathlon la tienda de deportes de Montreuil estaba construyendo muros para evitar que, los que ahora sé son gitanos rumanos, acampen en la puerta de sus garages. 

Ayer, Laika y yo salimos a pasear y nos topamos con dos bultos instalados en la sombra de nuestro edificio. El más grande estaba formado por un colchón de dos plazas donde dormía una pareja. Laika fue directo hacia ellos, los olfateó pero no los despertó. Cuando regresamos del paseo, la mujer ya doblaba las mantas mientras que el hombre fumaba un cigarro aún echado en el colchón. 

Esta mañana la pareja ya no estaba, su lugar lo ocupaba ahora un hombre de cabello ondulado y teñido que se entretenía jugando con una especie de game boy mucho más moderno. Tal vez mañana la pareja esté de regreso o tal vez sea otro el que se instale en algunas de las sombras del edificio hasta que encuentren alguna sombra más cómoda. Lo único cierto y seguro en todo esto que cuando escuche hablar de rumanos, ya no pensaré solo en esos tres queridos personajes de mi infancia. 


Escrito por

Dánae Rivadeneyra

Periodista clásica. Leo, investigo, escribo y, como no puede ser de otra manera, me involucro. Ahora en París, ayer en Lima.


Publicado en

Me fui de la casa

La vida 10,253 Kilómetros lejos de Lima, mi casa.